La invitación que hicieron desde la Universidad Nacional de Seúl
Todo empezó hace unos años en una biblioteca de Bogotá. Quizá la mejor biblioteca que tiene Colombia, no solamente por su colección de libros, sino por la colección de arte y los edificios que componen el conjunto del centro cultural más importante de la capital colombiana.
Además de los servicios de consulta y préstamo de libros, en esa biblioteca existe una sección de investigadores. Que tiene una historia muy particular porque no fue creado dentro del edificio para esa función especifica, sino como oficinas para los arquitectos. Tal vez por esto es un espacio casi celestial, porque a ese lugar solamente acuden personas que avanzan en sus investigaciones a nivel de grado, pregrado y posgrado.
Ya dije que la biblioteca Luís Ángel Arango es, dentro del circuito cultural de la capital colombiana, uno de sus lugares más emblemáticos y no solamente por sus edificios sino porque albergan, posiblemente, la mejor colección de publicaciones y arte de todo el país. Aunque su edificio principal fue pensado como un museo, tal vez esa virtud le otorgue la magnificencia y esplendor que tiene el conjunto arquitectónico dentro del entorno.
Lo cierto es que cuando acudí por primera vez a la sección de investigadores, hace unos años, en la oficina estaba un empleado del Banco de la República, con gran disposición me atendió y me invitó a tomar un café. Mientras tanto, conversamos acerca de la historia de la biblioteca y los servicios que presta habitualmente al público.
En Bogotá, con el pasar del tiempo y con nuestras diarias conversaciones se fortaleció la relación con Heiner Camacho. La vida me obligó a dejar de ir a la biblioteca y por temas de salud me trasladé a España. Un buen día me enteré que Heiner había estado en París y por su cercanía a Madrid, decidí preguntarle si pensaba visitar España.
Los meses pasaron y un día me dijo que su programa de estudios estaba adelantando una investigación que incluía países de América Latina y que iba abrirse una convocatoria para participar en la obtención de recursos económicos para proyectos en diferentes sectores. Entonces, le pregunté a un diputado de la asamblea del departamento del Meta, que propuesta podíamos preparar para hacer llegar a Seúl?
Arley Gomez me sugirió que avanzáramos en el Tren del Orinoco, un proyecto que cambiaria la vida de los llaneros y de los ciudadanos colombianos que habitan departamentos cercanos, por las dinámicas que un tren de carga y pasajeros generaría en la región y en la economía colombiana.
Recibida la carta de invitación desde la Universidad Nacional de Seúl la compartimos con varias personas y empresas para que participaran con una carta de intención. Digo que la compartimos porque uno de mis compañeros de la universidad y arquitecto, se interesó por el tema.
No recibimos respuesta durante muchos meses y volvimos a preguntar con la intención de saber si el proceso iba a continuar o se había quedado en una simple colaboración para sus bases de datos. Heiner habló de acerca de los resultados de la convocatoria y dijo que el proceso continuaba, así que decidimos esperar para poder notificar a las empresas que también participaron con nosotros.
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